En la mitología rumana los
Strigoi son las almas malignas de los muertos, las cuales nacen cómo un niño
cualquiera, pero con un signo distintivo, pudiendo ser éste un gorro, un velo o
un camisón. Según creen los lugareños, estos niños pueden ser dados a luz por
mujeres embarazadas que han bebido agua maldita o que alguna vez hayan salido
al exterior sin un pañuelo en la cabeza. Como consecuencia Satán coloca esa
marca demoníaca sobre el futuro Strigoi. Otras personas cuentan que también
pueden ser engendrados por mujeres adulteras.
En los
pueblos del interior de Transilvana se piensa que sí hay sequía en el pueblo
significa que un Strigoi vive allí y obstaculiza la lluvia, y si llueve y
graniza se cree que dios está castigando este alma atormentada. Si por el
contrario, llueve cuando brilla el sol, se piensa que el Strigoi está
contrayendo matrimonio.
Los niños
que no han sido bautizados, la gente que muere ahogada por sus deudas, aquellos
que mueren súbitamente o en extrañas circunstancias, los enfermos que son olvidados
y rondados por un gato así como los muertos que son merodeados por gatos,
perros, gallinas u otro tipo de pájaros se cree que corren el riesgo de
convertirse en una eterna alma maldita.
Durante
la luna llena existen temores basados en historias antiguas, frías e
inquietantes de que estas almas malignas salen de sus tumbas para bailar dónde
la oscuridad de la noche se mezcla con el misterioso brillo de la luna. La
noche de estos espectros malignos es la noche de San Andrés.
En las
noches en que estos entes salen a deambular por la tierra se dice que roban
leche, drenan la energía de los vivos, obstaculizan la lluvia y traen el
granizo y la muerte a los pueblos que habitan. Estos traviesos vástagos del
diablo se cree que tienen poderes vampíricos de transmutación, pudiendo adoptar
formas de animales como lobos, osos o cabras. En la noche de San Jorge los jóvenes
de los pueblos rocían con agua a las muchachas para que no sean afectadas por
las fuerzas oscuras de los Strigoi.
Para
acabar con ellos, la tumba de aquel que se suponga que es un Strigoi necesita
ser encontrada para llevarse a cabo allí un ritual religioso por medio de un
sacerdote (muchas veces inútil), y una estaca, hecha de madera de roble, debe atravesar
el cuerpo del cadáver, y éste debe ser clavado a la tumba.
La
figura del Strigoi, a veces confundida con la del vampiro, es un rasgo latente
en los temores de los aldeanos de los pequeños pueblos de Transilvania, uno
sólo tiene que caminar un rato por los bosques para sentir oscuras presencias,
y las advertencias de los lugareños de no salir por la noche al bosque sólo
sirven para tornar más real una atmósfera oscura, bañada en un halo de
superstición y temores paganos.
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